
Las flores y frutos de las plantas y de los árboles.
Las plantas de los árboles florecen primero y luego dan fruto, cada una en su estación correspondiente. Gracias a ello pueden vivir durante largo tiempo. El hecho de que no lo hagan en su estación es un aviso de que van a morir, ya que es algo anómalo.
Al observar esto me doy cuenta de que este es el Dào de vivir de forma acorde con el momento.
La vida humana depende del espíritu y de energía. Cuando las cosas ocurren, las personas no pueden hacer otra cosa que reaccionar a ellas, y cuando se producen determinadas situaciones no pueden hacer otra cosa que que enfrentarse a ellas. Sí utilizan los acontecimientos para controlar los acontecimientos, si se organizan las cosas de acuerdo con lo que haya, si no se ansía lo que todavía no ha llegado, si no nos quedamos pensando en aquello que ya ha ocurrido, el espíritu no resultará lastimado y la energía no se disipará. Es lo mismo que ocurre con las plantas y las flores que florecen y dan frutos en su estación correspondiente; este es el camino que vivifica.
Si los hombres son avariciosos y apasionados, son ambiciosos y están continuamente maquinando, tramando estrategias que utilizar en acontecimientos que todavía están por venir, si se apegan a las cosas que ya han pasado, el espíritu y la energía se agotarán. Lo mismo ocurre con las plantas y los árboles que florecen y brotan fuera de su estación; este es el camino que conduce a la muerte.
De ahí que los hombres sabios cuiden tanto su vitalidad y su espíritu como cuidarían una joya. Cuando la utilizan, brillan sin deslumbrar; cuando la almacenan, son silenciosos y apacibles. Los hombres sabios actúan cuando esto es lo apropiado, y se quedan quietos cuando lo más apropiado es quedarse quietos. Cuando la acción y la quietud están en el lugar que les corresponde, no dañan lo real con lo artificial.
Liú yī míng劉一明 (1734–1821)
Lǎo zǐ 老子dijo, la buena y la mala fortuna son el resultado de nuestras acciones. La recompensa y el justo castigo lo siguen como sombras.
EL Agua Turbia, El Espejo Polvoriento.
El agua sucia está turbia; permite que se asiente y se volverá transparente. El espejo polvoriento está borroso; límpialo y estará brillante.
Al observar esto me dio cuenta que este es el Dáo de la clarificación de la mente y de la percepción de su esencia.
La razón por la que las mentes de los hombres no son claras y sus naturalezas no son estables es que están llenos de anhelos y de emociones. Si a estos se añaden periodos de hábito mental, de influencias adquiridas que engañan a la mente y cuyos brotes obstruyen la entrada de la conciencia, esto se asemeja al agua que está sucia, al espejo que esta polvoriento.
Se ha perdido completamente la verdadera mente original y la verdadera esencia original. Las sensaciones y los sentidos son indisciplinados, están sometidos a todo tipo de influencias, recogen todo tipo de cosas, corrompen la mente.
Si uno es capaz de darse cuenta de repente de esto y cambiar de dirección, de barrer la polución y la contaminación, eliminar gradualmente toda una vida de hábitos mentales tendenciosos, pensamientos errantes y acciones perversas, de aumentar la fuerza por medio de la constancia y de eliminar la escoria hasta que no quede nada más que eliminar, cuando desaparezca la escoria, quedará el oro puro.
La mente original y la esencia fundamental aparecerán espontáneamente en su totalidad, la luz de la sabiduría surgirá repentinamente, y uno verá claramente el universo como si lo tuviera en la palma de la mano, sin ningún impedimento.
Ocurre lo mismo que con el agua turbia que recupera la transparencia cuando se asienta, como el espejo polvoriento que recupera su brillo cuando se pule. Lo fundamental permanece como siempre, sin macula.
Liú yī míng劉一明 (1734–1821)
